¿Frustración y tristeza?

La forma en que percibimos los hechos de la realidad interactúa con nuestra evaluación cognitiva, emocional y conductual.

Las creencias relacionadas con la incompetencia o descalificación personal conllevan un incremento de ansiedad que incide negativamente en las emociones y las conductas, y lleva a una disminución de la autoestima.


Las interpretaciones equivocadas de la realidad se corresponden con emociones de frustración, tristeza, falta de motivación y baja autoestima que llevan a: conductas negativas en el trabajo y en el hogar, apatía, enfrentamientos con compañeros y/o supervisores, discusiones en la pareja, disfunciones sexuales y trastornos del sueño.

Un verdadero círculo vicioso.
Es fundamental:
Detectar las características de la personalidad.
Determinar el nivel de autoestima y mejorarlo.
Mejorar la forma de percibir y afrontar la solución de los problemas cotidianos
Conocer las formas de manejar el stress físico y psíquico.
Conocer y practicar Técnicas de Relajación profunda

Recomenzar


Muchas vivencias nos llevan a sentir que el camino se cortó. Nos invade la sensación de que ya no hay más kilómetros por delante, que todo terminó.

Despues de una amarga y dolorosa experiencia nos sentimos vacios para dar, cerramos el corazón y el pecho nos duele continuamente cuando miramos hacia atrás y las pérdidas, el dolor y su tristeza nos hacen sentir tan chiquitos y en ese sentir perdemos las ganas de continuar.

Cuántas veces ante una situación dolorosa nos sentimos morir internamente. Vamos y venimos como maniquies que están rodeados de gente pero deseando volver a la vidriera en donde pueden sentirse protegidos.

Cuántas veces nos cuesta levantarnos despues de haber vivido lo inesperado y deseamos un sueño eterno o tener amnesia para poder olvidar nuestro pasado.

...Pero la vida continua y nunca es tarde para recomenzar.

De cada situación de cada experiencia, de nuestro sufrimiento debemos aprender a salir fortalecidos. Si bien no es rápido ni fácil y necesita de nosotros para elaborarse debemos permitirnos ese duelo pero no quedarnos ahí...

Lloremos, gritemos desde lo más profundo de nuestro ser, dejemos que esa herida salga a la superficie aunque sabemos que sangra y que duele, enfrentemos nuestro dolor.

Y una vez que logramos sacar todo aquello que nos daña, que nos paraliza, aquello en lo que no dejamos de pensar, tratemos de mirar hacia adelante...

Sé que cuesta, que a veces nos resulta casi imposible pero ¿sirve seguir llenando la mochila con tantas cosas desagradables? ¿Sirve no dar paso a todo lo nuevo que nos está esperando? ¿Sirve seguir alimentando nuestro dolor?

Soltemos de una vez esa cuerda que solo nos une a lo malo y nos hace ir una y otra vez por ese camino que ya no tenemos ni fuerzas ni ganas de recorrer. Es hora de decir adios a todo aquello que lastimó nuestro interior y de darle la bienvenida a lo nuevo.

Si logramos dar el primer paso...

Si hoy nos levantamos con ganas de recomenzar...

Si abrimos las ventanas y dejamos entrar la luz y frente al espejo decidimos cambiar nuestra imagen y al salir dejamos que el viento, el sol, la gente comiencen a ser nuevamente una compañia y no una molestia...

Si, dejemos que la vida nos sorprenda nuevamente y apostemos a tener una vida mejor...

Autor desconocido

Comportamiento, Impulsos Incontrolables


Si no quiere que ocurra, trate de no pensar en ello... si puede.
Tratar de reprimir un pensamiento incrementa las posibilidades de que éste regrese.

Benedict Carey The New York Times .

Las visiones parecen provenir de las "cañerías" de nuestro cerebro durante los peores momentos posibles, durante entrevistas laborales, una primera cita, una importante cena de trabajo. ¿Qué pasaría si empiezo una guerra de comida con los hors- d´oeuvre o me río del tartamudeo del anfitrión?

"Ese simple pensamiento es suficiente -escribió Edgar Allan Poe en El demonio de la perversidad , ensayo acerca de impulsos indeseados-. "El impulso progresa a un querer; el simple querer, a deseo; el deseo, a un anhelo incontrolable."

Agrega: "No hay pasión en la naturaleza tan demoníacamente impaciente como la de aquel que, tiritando al borde del precipicio, considera la idea de la caída, o la del que medita sobre la pregunta: «¿Estoy enfermo?»".

En algunos pocos casos, la respuesta puede ser afirmativa. Pero la gran mayoría de las personas rara vez, si alguna, actúa a partir de estos impulsos. Y estas rudas fantasías de hecho reflejan la actividad de un cerebro sensible y socialmente normal, sostiene un trabajo publicado la semana última en larevista Science .

"Hay todo tipo de trampas en la vida social, dondequiera que miremos; no sólo errores, sino que los peores posibles errores vienen a la mente fácilmente -explica el autor del trabajo Daniel M. Wegner, psicólogo de la Universidad de Harvard-. Y el hecho de que venga a nuestras mentes lo peor, en ciertascircunstancias, puede incrementar las posibilidades de que pase."

La exploración de impulsos perversos tiene una rica historia (¿podía ser de otra manera?), desde las historias de Poe hasta las del marqués de Sade a los deseos reprimidos de Freud y las observaciones de Darwin acerca de muchas de las acciones que se realizan "en directa oposición a nuestras voluntades conscientes".
En la última década, los psicólogos sociales han documentado cuán comunes son estos impulsos y cuándo aumenta la posibilidad de que alteren el comportamiento.
En un nivel básico, ser socialmente funcional significa controlar nuestros impulsos. El cerebro adulto gasta, sugieren algunos estudios, la misma cantidad de energía inhibiendo que actuando, y la salud mental se basa en inventar estrategias para ignorar o suprimir pensamientos muy turbadores, como el de la propia muerte, por ejemplo. Estas estrategias son programas psicológicos generales, subconscientes o semiconscientes que usualmente se manejan con el piloto automático.

Los impulsos perversos parecen aparecer cuando las personas se concentran intensamente en evitar errores específicos o tabúes. La teoría es simple: para evitar insultar a un colega, el cerebro primero tiene que estar pensando en esto; la misma presencia del insulto catastrófico, a su vez incrementa lasposibilidades de que lo digamos.

"Sabemos que lo que está en nuestras mentes puede influir en nuestros juicios y comportamientos simplemente por estar ahí, flotando en la superficie de la consciencia", opina Jamie Arndt, psicólogo de la Universidad de Missouri.

La evidencia empírica de esta influencia se ha reunido durante los años recientes, como el doctor Wegner documentó en su nuevo trabajo. En el laboratorio, los psicólogos tienen personas que tratan de desterrar un pensamiento de su mente y encuentran que éste vuelve, alrededor de una vez por minuto. De igual manera, a las personas que tratan de no pensar en cierta palabra se les escapa durante un test rápido de asociación de palabras.

Incluso los "errores irónicos", como los llama Wegner, son muy fáciles de evocar en el mundo real. Hay estudios que muestran que los golfistas que saben que deben evitar errores específicos los hacen más cuando están bajo presión.

Los esfuerzos por ser políticamente correctos pueden ser particularmente traicioneros. En un estudio de investigadores de las universidades Northwestern y Lehigh, 73 estudiantes leían una historieta sobre un compañero ficticio, Donald, un hombre negro, en la que se lo describía de manera ambigua. Después,tenía que responder preguntas acerca del personaje. Un grupo trataba de evitar caer en estereotipos y el otro no se controlaba.

El estudio proveyó "una demostración de que la supresión de estereotipos hace que estos se vuelvan hiperaccesibles", concluyeron los autores.

El riesgo de decir o hacer algo que no queremos depende del estrés que experimentamos, según Wegner. Al concentrarnos intensamente en no mirar fijo un lunar prominente de un nuevo conocido, al tratar de seguir una conversación, aumenta el riesgo de decir: "Leímos sobre el lunar -es decir, sobre la Luna. ¡Luna!"

"Hay cierto alivio en que pase lo peor, para no tener que seguir preocupándonos más", explica Wegner.

Algo que puede ser difícil de explicar, claro, si uno acaba de arruinar la fiesta.

www.lanacion.com
Sábado, 18 de julio de 2009. Actualizado 02:28 horas.

Síntomas y Causas de Estrés


Los síntomas de estrés aparecen como respuesta del organismo a la exposición a condiciones externas que perturban el equilibrio personal. Una manifestación de este proceso es el deseo de huir de la situación. En la reacción participan el cerebro, el sistema nervioso, el corazón, las hormonas, el aparato digestivo, los músculos.

El estrés ocasiona cambios químicos en el organismo, debido a las señales que el cerebro envía al mismo, activando la secreción hormonal. Estas hormonas ocasionan una reacción en cadena, haciendo latir aceleradamente al corazón, aumentando la presión arterial, aumentando el nivel de insulina, para que el cuerpo produzca más energía. Estas reacciones no provocan daños a corto plazo, pues nos permiten defendernos del peligro, pero si la situación persiste, se genera una situación de fatiga que deteriora la salud del individuo.
El estrés continuado puede ocasionar enfermedades cardiovasculares, migraña, artritis reumatoide, asma, alteraciones nerviosas, calvicie, alteraciones de la piel, impotencia sexual, colitis, trastornos menstruales, diabetes, dolores de espalda, etc.

Causas de los síntomas de estrés:

Los síntomas de estrés, pueden ser desencadenados por cualquier suceso que genere una respuesta emocional, o sea que es provocado por situaciones positivas o negativas.
Los síntomas de estrés más comunes son: depresión, ansiedad, dolor de cabeza, insomnio, indigestión, alteraciones en la piel, disfunción sexual, aumento del ritmo cardiaco, diarrea o estreñimiento.
Cuando el estrés se prolonga, produce una respuesta compleja conocida como Síndrome de Adaptación General, la cual resulta perjudicial por la elevación en los niveles de adrenalina y de corticoestroides, secretados por las glándulas adrenales.


El estrés continuado ocasiona envejecimiento prematuro, por desgaste del organismo y deterioro del sistema inmunológico y la capacidad mental.
Normalmente, las células emplean el 90% de la energía en las actividades metabólicas destinadas a la renovación, creación y reparación de los tejidos nuevos.
Pero en situaciones de estrés el metabolismo anabólico cambia, el organismo envía la energía a los músculos, deteniendo las actividades de reparación del cuerpo e incluso comienza a descomponer los tejidos para obtener energía que enviar a los músculos.
Esto debido a que la respuesta natural ante las situaciones de estrés es la huída o la pelea (pues en estado natural, el estrés era ocasionado por amenazas físicas), lo cual requiere de mucha energía y fuerza muscular.
Si bien en la actualidad, por lo general las situaciones de estrés no implican riesgo de vida, nuestro organismo no ha evolucionado al mismo nivel que los cambios sociales.

Otra variante está en la duración de las situaciones estresantes, ya que en la antigüedad no se prologaban por muchos minutos, pero hoy en día, pueden durar años.
Esto hace que los niveles de hormonas no retornen a su estado normal, sino que permanezcan en sobreproducción por mucho tiempo, lo que ocasiones daños como: destrucción muscular, fatiga, diabetes, hipertensión, úlceras, enanismo, impotencia sexual, trastornos menstruales, alteraciones inmunológicas, daños en las células nerviosas. Esto ocasiona efectos similares a los del envejecimiento, lo cual acorta la vida.

Observa tus pensamientos, se convertirán en tus palabras.

Observa tus palabras, se convertirán en tus acciones.
Observa tus acciones, se convertirán en tus hábitos.
Observa tus hábitos, se convertirán en tu carácter.
Observa tu carácter. se convertirá en tu destino.
Pirké Avot

Fobia Social (Timidez)




La fobia social o ansiedad social es un trastorno psicológico del espectro de los trastornos de ansiedad. Como cualquier fobia, se centra en el miedo mayor o menor (suele ser grave para considerarse fobia) frente a varios tipos de situaciones, entre las que destacan:

Encuentros inesperados con conocidos, familiares, amigos, etc.
Reuniones sociales en las que tendrá que relacionarse.
Mantener fija la mirada con alguien.

Estas situaciones y otra serie de sucesos hacen que el que la padezca se sienta inseguro, acechado, incómodo, con sensaciones intensas y desagradables acerca de lo que pueden estar hablando de él (cierta paranoia).
Se suele desarrollar en la juventud, después de la adolescencia. Su aparición es mucho más común de lo que se piensa popularmente, y no hay que considerar esta fobia como extraña.
Aceptarlo abiertamente en público es el mejor modo de comenzar a superarlo, para poder intentar sentirse mejor comprendido y de ese modo, aminorar la angustia. La intensa ansiedad y angustia en situaciones de desenvolvimiento social, resulta especialmente perturbadora en los jóvenes, para quienes es de capital importancia la pertenencia a un grupo o el inicio de relaciones laborales y de pareja. En un intento de aliviar sus síntomas, descubren y utilizan, una y otra vez, el efecto desinhibidor del alcohol (“voy a tomaralgo fuerte para darme coraje”), ansiolíticos y otros tóxicos.

Quienes padecen de fobia social experimentan un temor exagerado a ser objeto de juicios negativos por parte de otros. Es por ello que evitan de modo constante un gran número de actividades de orden social ya que cuando se exponen a las mismas sufren una gran tensión y síntomas tales como rubor, palpitaciones, transpiración profusa y temblor. Las situaciones temidas pueden ser o numerosas, y en este caso se trata del subtipo generalizado (concurrir a fiestas o reuniones, conocer gente nueva, participar de pequeños grupos de trabajo, realizar conquistas amorosas) o únicas y específicas, subtipo discreto (dar un discurso, actuar frente al público, ir al baño cuando hay personas en el ambiente contiguo).

El 39,6% de las personas con fobia social presentan abuso de sustancias.
Téngase en cuenta la importancia que este dato reviste, dado que gran parte de quienes la padecen son personas jóvenes, que presentan así un alto grado de vulnerabilidad a desarrollar una adicción. Este abuso o dependencia de sustancias y/o alcohol, como una forma de automedicarse, disminuye los niveles de ansiedad de los pacientes gracias a la desinhibición que el alcohol produce. Además, estudios realizados revelaron un promedio de 32% de fobia social en poblaciones de alcohólicos, un porcentaje casi tres veces mayor que en la población general.